El diosero

RICARDO IBARRA

El Tiempo

ADN

MSN

Un artesano mexicano de un pequeño pueblo del oeste del país se ha ganado el mote de «diosero» por elaborar estatuillas de barro a las que algunos les atribuyen milagros, explicó hoy el propio artista en su taller de la comunidad San Juan Evangelista, en el estado de Jalisco.

«Tengo una esculturita que hice de San Juan Evangelista a la que le han atribuido milagros. Está muy pequeñita. Pero para mí eso depende de la fe y las creencias que tenga cada quien», dijo a Efe Martín Ibarra Morales, de 43 años.

Entre las anécdotas de supuestos milagros Ibarra destacó el de una tía de su esposa, quien tenía a un hijo en grave estado de salud por unos tumores en la cabeza.

«En el hospital ella le prestó la pequeña estatuilla de San Juan Evangelista a su hijo y cuando él la vio, como le tiene mucha fe, dijo: ‘ahora sí sé que me voy a aliviar’, y ahí anda el señor vivo todavía», señaló el artesano.

Esa historia corrió entre los habitantes del barrio Miravalle, en la ciudad de Guadalajara, la capital del estado de Jalisco, adonde la madre del paciente recuperado llevó la estatuilla elaborada por Ibarra.

En ese lugar los vecinos realizaron un novenario a la figura «y ya no la querían devolver, hasta que la pedí de regreso», manifestó el escultor.

Otras de sus creaciones generan devoción entre los creyentes, como una «Virgen de Zapopan», que realizó y regaló a un seminarista estadounidense, la cual «anda por Estados Unidos» y de vez en cuando «la sacan por los barrios», aseguró.

Según el artesano, las autoridades del estado de Jalisco han obsequiando algunas de sus estatuillas a importantes personajes y figuras de la política internacional, entre ellas la Casa Real de España.

Martín Ibarra insistió en que no tiene ningún «poder» para hacer que sus piezas se conviertan en iconos de fe para algunas personas, aunque explicó que «vierte» una parte de su «ser» en cada estatua.

«Lo que yo hago no le veo el valor económico. Yo disfruto la escultura, la siento y le pongo algo de mí, porque también depende de tu estado de ánimo», sostuvo.

«Si estoy alegre o si estoy feliz, transmito el sentimiento, y también cuando creo algo lo hago pensando en que sea para bien», apuntó.

Su taller es un pequeño espacio edificado con barro como sus esculturas ubicado justo frente la iglesia de San Juan Evangelista, el cual se encuentra en la llamada «Ruta Franciscana», una serie de municipios por los que anduvieron los evangelizadores en México durante los siglos XVI y XVII.

La iglesia tiene motivos prehispánicos, debido a que en su construcción participaron indígenas mexicanos, y en su interior se puede apreciar el sincretismo entre las creencias que profesaban los franciscanos y los cultos religiosos de los nativos, como un rostro del dios azteca Tláloc en la fachada del templo católico.

Ibarra aprendió el arte de hacer figuras religiosas de su padre, quien empezó a elaborarlas de barro después de descubrir una tumba que albergaba distintas ofrendas en cerámica.

Ahora que otros comienzan a imitar su obra, el artista piensa continuar innovando sus obras por medio de la simbiosis del estilo prehispánico y su propia manera de crear y divertirse.

El retorno a los murales

Jesús López Vega posa abrigado por su mural, en el Centro Cultural de Ajijic. Foto: Edmundo Pacheco

Jesús López Vega posa abrigado por su mural, en el Centro Cultural de Ajijic. Foto: Edmundo Pacheco

RICARDO IBARRA

Cuando el pintor Jesús López Vega comienza a relatar el reciente apogeo de los murales pictóricos distribuidos en distintos puntos, tanto de Chapala, como de Ajijic, detalla, en principio, por qué ha resurgido en esta región la fuerza pública del muralismo.

Como nubes, el lago de Chapala atrajo durante el siglo XX a una considerable cantidad de renombradas mentes internacionales. Y descargaron en estos escenarios algunas de sus obras. En esta atmósfera de paraíso terrenal escribió el inglés P.H. Lawrence, el libro La serpiente emplumada. En estos mismos parajes residió otro nativo de la Gran Bretaña, Aldous Huxley, autor de la célebre novela Un mundo feliz. El pintor mexicano David Alfaro Siqueiros habitó una antigua posada del lugar. Aquí encontró imágenes narrativas Agustín Yáñez, mismas que soltó en Flor de juegos antiguos. Pero quien más efectos logró entre los lugareños y en su perspectiva artística, fue la norteamericana Neil James Campbell, según la recuerda el muralista nativo de Ajijic, López Vega.

Esta mujer, describe el pintor, llegó a la zona para recuperarse de una caída que partió en tres una de sus piernas, durante una caminata por el volcán Popocatépetl. Le recomendaron sumergirse en las aguas termales de San Juan Cosalá –a unos kilómetros de Ajijic–, y lo hizo. Disfrutó tanto la región, que llegó para quedarse por los siguientes 50 años. Tras convivir con las ideas de Diego Rivera, Frida Kahlo, José Vasconcelos, incluso con algunos maestros del Japón, decidió abrir en su casa un taller de pintura para niños. Vivió en ese sueño de los 48 a los 98 años.

Egresaron del laboratorio, artistas que hoy tienen eco en vocablos internacionales. Entre ellos: Javier Zaragoza, Florentino Padilla, Antonio Cárdenas (conocidos como la primera generación); Armando Aguilar, José Castañeda, Antonio López Vega (segunda generación) y Juan Navarro, Daniel Palma y el mismo Jesús López Vega (tercera generación).

El taller aún existe, tiene 52 años de existencia en la antigua casa de James Campbell, conocida hoy como el Lake Chapala Society, y los niños aún frecuentan ahí los colores, formas y texturas.

En 1982, cuando el agua comenzó a alejarse de las orillas convencionales de Chapala, López Vega y otros artistas descubrieron en la arena piezas de barro con estilos de corte prehispánico. Esa experiencia, junto con otras vivencias que compartió con los grupos de huicholes que arribaban a uno de sus cinco principales centros sagrados, Xapawiyemeta (conocida como la Isla de los Alacranes, en el interior del lago), cambiaron su percepción del arte y la vida. Los elementos indígenas jamás abandonarían su trazo.

Ahora que el lago logró recuperarse gracias a los distintos trasvases de años pasados, hizo crecer también el arte en los espacios públicos. Y emergió con la escuela muralista. La añoranza por aquel pasado encantador de Chapala, sin ruido ni bullicio, sin anuncios publicitarios por encima del paisaje natural, la plenitud de vegetación y vida, crea en algunos artistas locales nostalgia y añoranza por lo que era.

«En los años setenta», relata López de Vega, «comienzan a llegar olas de extranjeros, pero ya no con ese carácter altruista de aquellos primeros años del siglo XX, sino otros, con la mentalidad de hacer business. Entra el tiroteo de los bienes y raíces, que es lo que controla aquí la economía. Son más de 20 organismos, de estos, que nosotros hemos contado. Empieza la cuestión burocrática entre ayuntamiento y extranjero, sobre la plusvalía de las tierras. Por herencia de mis abuelos nosotros tenemos una tierra muy grande, pero nosotros no podemos habitar ese terreno porque la plusvalía está a mil 500 pesos el metro cuadrado. Es una locura. Para hacer una subdivisión, prácticamente tendríamos que volver a comprar el terreno».

Estos conceptos forman en la mentalidad del artista una añoranza, y a la vez, «cierto coraje y reclamo hacia lo que antes era el pueblo».

Su reciente mural, «El nacimiento de Teo Michicihualli», inaugurado apenas en julio pasado en el Centro Cultural de Ajijic –y que tardó dos años y medio en concluir–, describe un viejo mito compartido entre los ribereños, la de la relación entre la luna, el lago y el espíritu femenino que lo custodia: Michicihualli. Tiene otros componentes, como algunas de las piezas extraídas del lago cuando estaba seco, y que eran ofrendadas por los antiguos lugareños al agua y su espíritu. Contiene símbolos huicholes, como el híkuri, el niérika y el tzikuri. Por este trabajo, López Vega recibió 76 mil pesos, con apoyo del PACMyC, el ayuntamiento de Chapala y donaciones altruistas.

Uno de los primeros talleristas de la escuela de James Campbell fue el señor Javier Zaragoza, quien actualmente traza el mural que llevará por nombre «La ribera del lago de Chapala», en un viejo muro de contención situado en un costado de la primera carretera que iba de Guadalajara a este sitio, cerca ya del centro y a un costado del malecón. Alrededor de 50 metros de muro que planea terminar en diciembre de este año.

Al igual que López Vega, y como los tlacuilos de épocas prehispánicas –narradores de la historia a través de la pintura–, Javier Zaragoza, con su look al estilo de un Hunter S. Thompson tropical, retrata los distintos episodios de Chapala, desde su conquista por los españoles, su participación en la Independencia, la llegada del tren, la pesca, el comercio y los días recientes.

Mientras haya agua habrá vida en Chapala, y si hay vida, habrá arte.

¿Festejo?
El 9 de agosto celebramos el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, por decreto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La Declaración de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas enfatiza aspectos que no han sido acatados por los gobiernos de México ni del mundo, como los principios de igualdad y no discriminación. Establece el derecho a la autodeterminación y al mantenimiento y fortalecimiento de sus particulares instituciones políticas, legales, económicas, sociales y culturales, conservando igualmente su derecho a la total participación en la vida pública.