La mala influencia

Psicosis en Guadalajara

Psicosis en Guadalajara

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RICARDO IBARRA

Contemplar las imágenes de una ciudad de México desierta, aunque sea vía televisión, es un hecho sorprendente, un suceso que se antoja para archivarlo en el registro histórico del fin del mundo, o algo así. Imaginarse a los más de 20 millones de habitantes del centro del país recluidos a un aislamiento domiciliario por el pánico, la paranoia y el terror de convertirse en víctima de un virus derivado del puerco, que según anuncian los medios de comunicación nacionales tiene la capacidad de matar, y lo peor, de tranmsmitirse entre humanos con tan sólo saludarse de mano, besarse o al mantener una conversación frente a frente, es inaudito. La ciudad de México experimenta desde la semana pasada su encuentro más cercano con el miedo.

La noticia revienta el jueves 23 de abril, en voz del Secretario de Salud, quien declara que existe una epidemia de Influenza en el centro del país.

Y la televisión infecta al resto de los mexicanos: en la ciudad de Guadalajara, donde radico –a 542 kilómetros de la ciudad de México–, y en la cual hasta la fecha no se ha dado un solo caso de personas afectadas por la ahora llamada influenza humana o virus H1N1, es notable el mismo patrón de influencia virulenta. Muchos salen del bunker hogareño con cubrebocas; algunos llegan al extremo de utilizarlo mientras conducen, solitarios, sus coches por las calles abandonadas y con los cristales herméticamente cerrados, como si alguno de esos demonios bíblicos pudiera infiltrarse por el sistema de ventilación hasta corroer más que el pensamiento, el cuerpo completo. Los restaurantes, teatros y otros espacios comerciales fueron obligados por el gobierno federal a manternerse cerrados; no son pocos los que desobedecen a la autoridad, en particular los bares –el escape etílico es crucial en tiempos epidémicos–. En los supermercados, las multitudes realizan compras de pánico; los cochecitos de servicio en donde los consumidores depositan cloro, vitaminas, jugos cítricos y alimentos enlatados, son previamente desinfectados con mangueras que lanzan agua esterilizada bajo presión. ¿Estornudar o toser? Ni en broma, uno podría ser linchado por los más cercanos, o por lo menos convertirse en mártir de la exclusión espacial y recibir miradas combativas. Incluso a los bustos distribuidos en la ciudad les han puesto los famosos cubrebocas azules: convertidos ahora en iconos del miedo.

La paranoia colectiva que ha inspirado el Estado mexicano con sus medidas sanitarias extremas parecen justificar la agresión entre los seres humanos. Los saludos, los abrazos, los besos, hasta los actos sexuales, vistos únicamente por televisión, parecieran una alocada fantasía en este ambiente de tensión social. La radio, los periódicos, la televisión, utilizan el fenómeno para reintegrar a su antiguo auditorio, antes alejados de estos medios por el simple desinterés a la información o por la reciente crisis económica mundial, que evita que los usuarios compren palabras en los puestos de revistas.

La epidemia es lo que los medios de comunicación necesitaban para su propia sobrevivencia. Existen segmentos de la población que se infecta por la influencia mediática. Varios de los cientos que han arribado a los hospitales públicos o privados tienen gripe común, infectados psicosomáticos por hipnotismo televisivo. –El sector más pobre no sabe qué hacer en casa más que dejarse absorber por la cajita infeliz–.

El ambiente pareciera funesto parta muchos. La cuenta acumula casi mil infectados en 20 países del globo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi todos ellos en México. Esta misma institución –controlada por el G7– mantiene la alerta mundial en el nivel 5, al borde de la pandemia. No existe vacuna contra el virus, dice. Hay que producirla. Varios laboratorios alzan la mano. Un remedio tendría un costo de millones de dólares, y varios países la tendrían en su lista de compras. Pero, lo cierto es que en México han muerto poco más de 20 individuos –sin nombre hasta ahora– a causa de la misteriosa influenza humana, cuando durante los años 2005, 2006, 2007 murieron en este país alrededor de 15 mil personas por problemas respiratorios. La OMS calcula, además, que cada año mueren entre medio millón y un millón de personas por la gripe; una cifra difícil, porque esta infección subyace en otras defunciones, como las causadas por las neumonías. Otro dato: la OMS infla el nivel de la epidemia a categoría 5, el mismo nivel que tuvo la gripe española a principios del siglo pasado, y que mató a un promedio de 40 y 100 millones.

Esta llamada influenza humana mata sólo en México porque hay una deficiente administración de la salud pública, con instituciones corruptas, como es sin duda el Instituto Mexicano del Seguro Social.

Lo que preocupa es cómo se va a recuperar el país luego de que este miércoles 6 de mayo concluyan nuestras vacaciones VIP (Virus de Influenza Porcina). Y con una deuda económica enorme, en medio de una severa crisis económica mundial: el secretario de Hacienda endeudó a México con 205 millones de dólares procedentes del Banco Mundial «para contener el brote de influenza». Sin los principales ingresos: venta de petróleo –lo más seguro es que lo que queda en territorio nacional, pase directo a las máquinas de Estados Unidos, uno de los países manipuladores de la OMS, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial–; sin turismo, sin remesas provenientes de los migrantes residentes en Estados Unidos, con la demanda interna desmovilizada por el receso de las actividades comerciales, educativas y administrativas.

La verdadera epidemia está por venir.

El descontrol informativo generado desde el gobierno de Felipe Calderón, multiplicado por los medios de comunicación, y resentido por la población, no anula el auténtico caló mexicano, que circula de cubreboca en cubreboca: «Cría puercos y te sacarán los mocos».