Como mexicano en el extranjero

Manifestante en marcha por la recuperación con vida de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en San Francisco. Foto: Ricardo Ibarra

Manifestante en marcha por la recuperación con vida de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en San Francisco. Foto: Ricardo Ibarra

Como mexicano en el extranjero, no he podido más que sentir dolor por lo que acontece en la gran nación mexicana. Cada hora. Cada día. Noches de insomnio. Pregunto, ¿dónde están? El Estado mexicano ha hecho todo por borrar del mapa a los estudiantes desaparecidos, promueve la mentira a través de montajes televisivos, intenta extender el alma de los 43 estudiantes de Ayotzinapa a los abismos del olvido. Enterrarlos. No los busca vivos. No los busca.

Como periodista, no puedo ser imparcial ante la situación. A diferencia del discurso hipócrita de Loret de Mola, no puedo en este caso separar el oficio, de mis pensamientos y acciones personales. No se puede censurar y tergiversar información de los acontecimientos que sacuden al país durante el noticiero en horario estelar de Televisa y en un video con supuesta producción independiente, pretender querer un mejor lugar para los hijos.

Hasta ahora, el asesinato y la desaparición forzada de los estudiantes de la Normal Rural ‘Raúl Isidro Burgos’ tiene la autoría del Estado, por acción y por omisión. Las redes sociales están plagadas de evidencias que lo confirman, tweet tras tweet, post tras post en Facebook. Son varios los medios independientes que hacen un ejercicio serio de investigación periodística, y todo lo que de ahí ha surgido… más y más casos de corrupción con vínculos entre gobiernos, policías, narcos, militares, corporativos. Todos en la misma red putrefacta, capitalista y globalizadora.

La gran nación mexicana necesita un cambio de dirección. Un cambio de gobierno. De raíz. Los jóvenes tendrán que desempeñar un papel histórico, incluso heroico, para transformar la República, por amor a la patria y por amor también a la madre tierra.

Como mexicano en el extranjero, estoy con el pueblo, y conmino a los embajadores del Estado a que adopten una postura objetiva… O están con el pueblo de México o están con el NarcoEstado. Ya el ilustre mexicano, Octavio Paz, les dio el ejemplo, cuando tras los incidentes violentos del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, decidió rendir el consulado mexicano de la India, donde desempeñaba funciones como embajador.

Tanto a los jóvenes en México, como a los mexicanos en el extranjero, les recuerdo algunas líneas de ese pensador, pero al mismo tiempo, hombre de acción, Octavio Paz, quien justo un año antes del ’68 publicó ‘Corriente alterna’, libro en el cual señalaba las diferencias entre el revoltoso, el rebelde y el revolucionario

Paz escribió que «las minorías son rebeldes; las mayorías revolucionarias», y justo para trascender el alboroto, la revuelta debía transformarse en revolución. Marcó así las diferencias entre los tipos de lucha: «La revuelta es la violencia del pueblo; la rebelión, la sublevación solitaria o minoritaria; ambas son espontáneas y ciegas. La revolución es flexión y espontaneidad: una ciencia y un arte».

Y la justicia, redactó Paz —un año antes de que la juventud estallara en las grandes ciudades del mundo—, era una nueva virtud descendiente de la revolución, en la cual se fundían las otras virtudes: «fraternidad, igualdad, libertad».

Para allá vamos.

Ricardo Ibarra