Mareo alegre en Tlaquepaque

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RICARDO IBARRA ÁLVAREZ

tlaquepaque1Tlaquepaque, pueblito, es un famoso estribillo de una canción interpretada por varios cantantes rancheros y mariacheros noctámbulos de El parián y otras regiones del universo melódico. Pero Tlaquepaque ya no es sólo un pueblito, tiene poco más de 800 mil personas asentadas en ese municipio, lo que no es poco, si consideramos que tiene el doble poblacional que Tonalá, y la mitad de habitantes de la ciudad de Guadalajara.
LLegué a Tlaquepaque manejando por la avenida Revolución, tomé Marcelino García Barragán hasta atravesar los arcos de bienvenida y pasar por la Pila seca. Hice 20 minutos del centro de Guadalajara hasta aquí, un sitio al que por obligación tenía que visitar: El Parián, una enorme cantina del tamaño de una cuadra completa que desde adentro parece un disco solar embriagado por las tradicionales ollitas con tequila y jugo de frutos citricos y las eolicas estrofas de trompetas y acordeones. Ahí conmparten los ingresos varios locales: mariacheros, boleros, cantineros. Tiene al centro del patio un pequeño kiosko. En torno a él, cantando, encontré a una chica con un colorido vestido rosa mexicano, trenzas negras recogidas por encima de las orejas y labios finos y sonrosados. Cuando escuché el solo de esta chica, y bajo el asalto de una videocámara, creí de inmediato que sería una famosa artista a la cual yo no conocía… «Hasta ahora para mañana seguiré caminando y yo dentro de él llorando gotitas del corazón»… Pero no, sólo grababa el video que se proyectaría en la fiesta de sus 15 años, y a la cual yo no estaba invitado. Ni modo.
En El parián no hay crisis, hay alegría y festejo, me lo confirma un mariachero al que le interrumpo la afinación de su bultosa guitarra: «Aquí se canta en las buenas y en las malas; en las alegrías  y los dolores», me dice.
Ya contagiado por el mareo atmosférico de El Parián, salgo a caminar por la plaza principal. Me sorprende la diversidad de ofertas alimenticias, todas ellas ricas en calorías: algodones de azucar, churros rellenos de cajeta, pan cakes con mermelada, fresas con crema, papas doradas o a la francesa repletas de catsup, salchipulpos, tejuino con nieve, helados de cualquier sabor, elotes cocidos -en vaso- o tostados a las brasas con chile sal y limon; huaraches con carne, sólo con crema, queso, salsa verde o roja, tacos de bistec, adobada, de cabeza, lengua, ojos, sesos, una larga lista de alimentos innumerables.
Yo ya tenía las tripas satisfechas así que camino unos pasos hacia el templo de San Pedro, que no es exactamente tan ostentosa e imponente como la Basilica de San Pedro en El Vaticano, pero quizá es la solidez de sus piedras de cantera o la sombra de los arboles altos y viejisimos del atrio, que respiro una plácida languidez que calma todo mi cuerpo…
La ruta que hay que caminar es la calle Independencia, llamada asi porque por este sitio ingresó Don Miguel Hidalgo y Costilla a Guadalajara, la mañana del 26 de noviembre, pero de 1810. Esta calle fue convertida en andador, por eso es que en este espacio del centro de Tlaquepaque aun se alcanza a percibir el aleteo de las palomas flotando de un punto a otro y se alcanza a respirar el h20 que producen los árboles de alrededor. Sobre esta vía peatonal están ubicados las galerías con los productos que irradian la fama de Tlaquepaque desde tiempos prehispánicos: la alfarería, el arte de las formas terrestres. Es notable la tradición del barro, la textura y los trazos de color, desde estilos mesoamericanos hasta los diseños vanguardistas de los últimos días, como pude degustar en la tienda Antigua de México, al final de la calle, incluso en la del culiacanense, Sergio Bustamente. Hay alfarería y cerámica (decorada a mano), ropa bordada a mano y deshilada, hierro forjado (cobre, soldadura blanca y eléctrica), latón, platería (artículos de uso personal, grabado y filigrana), muebles de madera tallada a mano y decorada al natural; vidrio soplado y estirado, figuras de papel machéy un largo etcétera de emociones tejidas, forjadas y diseñadas para llevar.

Por esto, Tlaquepaque ha logrado fama internacional y es digno de una visita.

Faltó algo?… la Parroquia de San Pedro, el Jardín Hidalgo, el Centro Cultural “El Refugio”, el Museo Pantaleón Panduro, el Santuario de Nuestra Señora de la Soledad, el Palacio Municipal, el Museo Regional de Cerámica…

Fuego en Guadalajara

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RICARDO IBARRA ÁLVAREZ

El corazon de Guadalajara esta formada por una cruz, una cruz como en la que quedó colgado Jesús el nazareno, una cruz como la que esta al frente de las iglesias católicas en todo el mundo, una cruz como la que utilizaban los franciscanos para evangelizar a los nativos de las tierras mesoamericanas.

Una paloma podría ver desde las alturas esa cruz trazada en el asfalto del primer cuadro del centro histórico de Guadalajara. En el centro vería la inmensa Catedral con sus dos torres de azulejo amarillo como el color de El Vaticano, y a cada lado: la Rotonda de los jaliscienses ilustres y la Plaza de armas. En la cabecera la Plaza Guadalajara, y la parte más larga apuntada hacia el oriente, la Plaza liberación, donde descansa la figura inmovil, con los brazos abiertos, como volando bajo un cielo azul y nubes esponjosas, el libertador de México Don Miguel Hidalgo y Costilla, quien en esta misma ciudad fundaria un periodico que se convertiría en el ideario y vocero del movimiento insurgente: El despertador americano.

En esa Plaza trabaja la señora Guadalupe, su oificio: boleadora de calzado, con más de 19 años de experiencia, segun me presumió cuando me aproximé a ella.

La Plaza de la liberacion remata con el teatro Degollado. El conjunto arquitectonico lo caracteriza su pórtico de 16 columnas corintias, un frontón triangular donde se admira la alegoría en altorrelieve de Apolo y las nueve musas, realizado en marmol. En el friso aparece la insripcion: «que nunca llegue el rumor de la discordia», un mensaje de aquellos artistas jaliscienses que en la Guerra de reforma, mientras decoraban el edificio, llamaban a la sociedad a construir una cultura basada en la filosofía, las ciencias, las humanidades, así como las virtudes cívicas y morales, por encima de la lucha de fracciones ideológicas.

Si uno continua esa ruta soleada, plena en olores, colores, historia y gente, llegará rumbo al oriente, a la Plaza tapatía. La gran pieza de ornato de esta plaza es la fuente con la escultura de la inmolacion de Quetzalcóatl, representada por una llama que asciende en espiral y custodiada por cuatro figuras mitad serpiente y mitad ave, ambas figuras presentes en varios simbolos mexicanos, como en el escudo de la bandera nacional, en representacion de la tierra y el cielo.

Este recorrido, desde el centro fundamental de Guadalajara, rumbo al oriente, culmina en un edificio que alberga un patrimonio para la humanidad, estipulado asi por la Unesco en 1997, el Instituto Cultural Cabañas, que guarda, según dicen algunos expertos, la biblia contemporanea para los mexicanos, que es la maxima obra del pintor jalisciense, José Clemente Orozco. En las paredes centrales del recinto está la historia pintada de México, con sus caos y sus destrucciones, pero tambien con las esperanzas en la resurreccion y el resurgimiento glorioso.

Como antesala, en la explanada frente al edificio, el circo mobiliario de Alejandro Colunga divierte la pupila y puede calentar las nalgas si logra posarlas en esas tremendas sillas demoniacas y ardientes como el infierno.

La recompensa de esta caminata la brinda la obra de Orozco, «El hombre de fuego», suspendido en la cúpula del antiguo Hospicio Cabañas, flotando, o caminando, según la perspectiva con que se mire. El hombre de fuego es la promesa que hereda el pintor manco de Zapotlán al mundo, la promesa de la purificacion y el de la destruccion, porque Orozco es el profeta de la combustion original. Cada una de sus creaciones, dijo Octavio Paz, terminan en un incendio que destruye a sus criaturas.

Yo lo creo. Frente a la pared donde trazó su firma, delinea casas y edificios comunes del centro de Guadalajara consumidas por masas de fuego ardiente que devora, renueva, crea, mientras destruye.

Crónicas de vida o muerte

Portada de Crócinas de vida o muerte, realizada por Olando LópezCrónicas de vida o muerte es un libro que nos conduce por el paraje que atravesamos ya o caminaremos en algún instante de nuestra existencia: el dolor y la incertidumbre en una cama de hospital.

Esta serie de crónicas ágiles y documentadas revelan el detalle cotidiano, las expectativas del paciente y el acompañamiento o no de sus familiares en el transcurso de alguna enmfermedad o accidente.

Las instalaciones del Hospital Civil de Guadalajara, su personal médico y administrativo, son el fondo y los primeros planos de las historias que descubren la vulnerabilidad y esperanzas de quienes se aferran a lo más valioso de cuanto existe: la vida.

Nadie escapa a la imagen que nos entrega este espejo: cualquiera de las crónicas aquí recopiladas podría ser la microbiografía de una persona querida o la nuestra.

Con un estilo periodístico que utiliza formasy matices literarios, su autor delinea el perfil humano y psicológico de los personajes y de su entorno.

Estas Crónicas de vida o muerte surgieron de la computadora lúcida del periodista Ricardo Ibarra Álvarez, mismas que fueron publicadas en La gaceta de la Universidad de Guadalajara durante el 2005.

La publicación fue presentada durante el festejo de los 500 números de La gaceta, el 8 de octubre de 2007, en la Rambla Cataluña de Guadalajara.